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viernes, 7 de diciembre de 2018

Rosario Central Campeón Copa Argentina 2017/2018

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LOS ROSARINOS HABÍAN PERDIDO TRES FINALES, PERO EN LA CUARTA NO FALLARON
Central sufrio hasta los penales, pero se sacó la espina y pudo soltar sus lágrimas de campeón
El equipo de Bauza cortó la racha de 23 años sin títulos. Gimnasia había sido algo superior en el juego.
Llora Central. Llora de alegría. Lloran y se abrazan sus hinchas, desencajados. Lloran como llora igual que un niño Néstor Ortigoza. No lo pueden creer. O sí. Porque Central es campeón. Entonces gritan y se pellizcan para confirmar que no es un sueño. Que después de tres finales perdidas, la cuarta fue la vencida. Y la Copa Argentina, que se hizo desear, finalmente se va para Rosario.

Cuando el penal de Matías Caruzzo explotó en el fondo de la red, apareció la locura rosarina. De esos casi 20.000 fanáticos que llegaron a Mendoza ilusionados con un festejo tan grande que ni el más optimista podía imaginar.

Enfrente sufren los quince mil fanáticos de Gimnasia. También son miles los que regresan a La Plata con el corazón destrozado, pero la frente en alto. Porque su equipo dio la talla en el partido más especial de los últimos años. Incluso fue superior. Pero eso poco importa, porque el festejo está enfrente. ¿Siempre va a tener que sufrir así Gimnasia?

“Que da la mano de Edgardo Bauza, todos la vuelta vamos a dar”, cantan esos miles de rosarinos que invadieron la provincia cuyana y le dieron un marco espectacular a la final de la Copa Argentina. Y que hasta despiden con aplausos a sus rivales.

La previa fue una gran fiesta. De un lado y del otro. Con un estadio colmado, dividido en mitades iguales. Con un espectáculo artístico y un recibimiento a los equipos la altura del acontecimiento. Una postal tan perfecta que no parecía fútbol argentino. Con más de 35 mil personas enloquecidas, con pasión, con folklore, con las dos hinchadas poniendo todo el color y el calor que se merecía esta final.

El partido se jugó como lo que era. Porque tanto para Gimnasia como para Central fue su final del mundo. Con pocos espacios, con pierna fuerte, con nervios, con discusiones. En ese desarrollo, fue superior el equipo platense. O al menos el que más tiempo pudo plasmar en la cancha su plan de juego.

Fue más intenso el conjunto de Pedro Troglio. Con Fabián Rinaudo como emblema de la lucha en la mitad de la cancha, ganó la mayoría de las pelotas divididas. El capitán se paró delante de los cuatro defensores y atrás de un cuarteto de mediocampistas encargados de acompañar a Santiago Silva. Y con sus relevos y despliegue, no dejó retroceder a su equipo.

Central fue más confuso. Fue dominado en gran parte del partido, pero tiene poder de fuego. Por eso, en su primera llegada al área rival, Fernando Zampedri peleó, no se resignó cuando su remate rebotó en el palo y su persistencia tuvo premio cuando la pelota le volvió a quedar enfrente para mandarla al fondo del arco.

Las molestias físicas no le permitieron a Leonardo Gil ser el motor habitual de su equipo y Néstor Ortigoza nunca pudo jugar cómodo ante la presión de Gimnasia. Entonces, con

un mediocampo superado, la llave que encontró Central para lastimar fueron los centros. Así Zampedri estuvo cerca del segundo con un cabezazo que desvió Alexis Martín Arias.

Tardó muy poco Gimnasia en conseguir el empate en el complemento. Lorenzo Faravelli le robó la pelota a Gil en la mitad de la cancha y aceleró para llegar al área, donde esperó el centro de Comba para marcar y festejar, desafiante, frente al banco de Central. Un golazo con el sello de los equipos de Troglio.

A Rosario le dolió el golpe. Se había preparado para resistir y buscar de contra, pero tuvo que modificar el plan. No tuvo herramientas para acercarse al arco rival y entonces decidió resguardarse. A Gimnasia no le sobraron ideas, pero estuvo más cerca de la victoria con ese cabezazo de Santiago Silva que Jeremías Ledesma rechazó al córner con esfuerzo.

El partido transcurrió con tensión y pocas emociones. Esas emociones que aparecieron todas juntas en la tanda de penales. Como un guiño del destino, esta vez Central no tuvo que sufrir demasiado. Porque el primer remate de Gimnasia, el de Silva, terminó en la tribuna y el segundo, el de Guanini, fue desviado por Ledesma.

En cambio el campeón no falló. Ortigoza, Ruben, Parot y finalmente Caruzzo le dieron a Central la Copa que tanto esperó. Y la clasificación a la Libertadores 2019. Un título después de 23 años y habiendo eliminado en el camino nada menos que a Newell's. Un festejo inolvidable para esos locos que siguen pellizcándose para confirmar que lo que pasó en Mendoza es cierto.


Definición por tiros desde el punto penal: Rosario Central 4 (convirtieron Néstor Ortigoza, Marco Ruben, Alfonso Parot y Matías Caruzzo); Gimnasia 1 (anotó Jan Carlos Hurtado; Santiago Silva desvió su tiro; Jeremías Ledesma atajó el disparo de Manuel Guanini).



Felicitaciones Canalla!!!

jueves, 9 de agosto de 2018

Independiente Campeón Copa Suruga Bank 2018

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EL EQUIPO DE AVELLANEDA FESTEJÓ EN JAPÓN E IGUALÓ A BOCA CON 18 TÍTULOS INTERNACIONALES
Independiente, con la mística y el estilo de su mejor historia
Con una actuación que fue de mayor a menor, el Rojo sumó un nuevo título internacional en Japón.
Es el Independiente del primer tiempo el que apuesta a sostener la mística y a profundizar la idea futbolística.

Es el Independiente del primer tiempo el que hay que mirar, no el sobreviviente de la segunda parte, con cambios para aguantar el resultado, el calor y la humedad.

Ese Independiente que quiere Holan y que hizo que el hincha vuelva a sentir orgullo. Un equipo que quiere jugar a partir de la pelota, que arranca su formación con una defensa que ataca; sí, ataca. Dos laterales (Bustos y Sánchez Miño) que son volantes en su formación y un central (Figal) que parece salido del Ajax holandés por su convicción para arriesgar con el balón.

Ese Independiente que como un chico agarra la pelota para no soltarla, que apuesta a crecer en el campo a partir de los pases por abajo y que en ese rubro sumó al zurdo Pablo Hernández, seguramente un salto de calidad. Y después, Meza y Benítez, también Cerutti (otra buena nueva noticia) para intentar romper por afuera defensas numerosas.

Hay que detenerse en la idea, incluso sobre esta Copa Suruga Bank que tal vez dice poco en comparación con la historia pero que suma mucho teniendo en cuenta el contexto y más que nada el pasado reciente de un Rey de Copas que estaba venido a menos.

Holan contagió una idea y un optimismo que se materializó en una Copa Sudamericana y en volver a creer, en jugar (y perder, se sabe) una Recopa con Gremio, en viajar a Japón, que tiene además un valor simbólico.

Son dos copas ganadas en menos de un año y mucho más, porque hay una identidad recuperada, un Independiente que le rinde tributo (a veces jugando mejor y a veces no tanto) a ese mensaje futbolero que durante décadas predicó Bochini con sus gambetas hacia adelante y ese mismo optimismo ganador que ahora pregona Holan.

Hay un Independiente de pie y de buen pie, el del primer tiempo, de convicción protagonista, un Independiente que se anima a ganar. Un Independiente que volvió a ser, porque recuperó la costumbre de levantar copas y de jugar con identidad.

No ha sido una hazaña lo logrado en Osaka, por el rival, por la categoría de la Copa, es cierto. Pero no hay casualidad en la conquista. Independiente no viajó a Japón por invitación, sacó pasaje en el Maracaná. Y llegó de la mano de un estilo, de una idea de juego que intenta profundizar ahora sí con un mercado de pases que parece más acertado que el anterior.

Es el Independiente que vemos. Con fotos recientes levantando copas, festejando en distintas ciudades del mundo. Sosteniendo la mística y profundizando una idea futbolística. Dos valores que tienen que ver con su historia.


Felicitaciones Rojo!!!

jueves, 10 de mayo de 2018

Boca Juniors Campeón Superliga Argentina de Fútbol 2017/2018

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SUFRIÓ HASTA EL FINAL, PERO GANÓ LA SUPERLIGA DE PUNTA A PUNTA
Boca ganó el título desde el primer día y lo celebró hasta la madrugada en casa
Después de la consagración en La Plata, los jugadores fueron recibidos por una Bombonera llena que cantó con ganas por la estrella 67 y se la dedicó a todos los que no visten de azul y oro.
La estrella empieza a tomar brillo en La Plata. En ese final traumático, con Gimnasia más bravo que nunca. Alumbra en cada uno de esos abrazos que nacen del alma apenas termina el partido. En el desahogo de Guillermo, el 7 bravo de los tiempos dorados, el entrenador siempre apuntado, muy a pesar de su doble corona, el primer bicampeón del siglo como jugador y como técnico. Fluye en el “dale campeón, dale campeón” que se agita en los labios de los jugadores, que viaja con la resonancia de la gloria sin pagar peaje en Hudson y Dock Sud y explota en la Bombonera. Ahí mismo, en el templo, escenario de tantas tardes y noches de hazañas, una multitud azul y oro se vuelca a las tribunas. Y no es para menos. Porque Boca es campeón de la Superliga y bicampeón del fútbol vernáculo. El club argentino más ganador. Entonces, ¿cómo no celebrar sonoramente el título 67, el número 33 a nivel local?

Ya nadie piensa en la Supercopa Argentina que se perdió con River. De esa clasificación a los octavos de final de la Copa Libertadores que ya no depende de sí mismo. De ese gol de Brahian Alemán, el zurdazo que rozó en Lisandro Magallán y descolocó a Agustín Rossi. No, nada de eso importa ahora. Boca festeja que domina el fútbol argentino hace 44 fechas. Que hace 515 días es puntero. Que encadenó dos campeonatos largos, como hace más de medio siglo, en 1964 y 1965, el que dirigieron Aristóbulo Deambrossi y Néstor Rossi, en el que jugaban Antonio Roma, Silvio Marzolini, Antonio Rattín y Ángel Clemente Rojas, entre otros bronces.

El trofeo que diseñó Adrián Pallarols, el orfebre que trabajó con el Papa Francisco, tallador del bastón presidencial y fanático xeneize, está en las manos de Carlos Tévez. El que reconoce que no está pasando su mejor momento, el que perdonó la mayoría de los hinchas después de su desplante chino, el capitán y máximo referente. Lo secundan Pablo Pérez, hombre clave, y Fernando Gago, el eje del juego en la primera parte del torneo, al que una rotura de ligamentos dejó a Boca sin el resplandor de su fútbol.

Y “dale campeón, dale campeón” se grita en el corazón del Bosque platense. Lo hace Agustín Rossi, uno de los arquero menos vencidos, más allá de los cuestionamientos. Y a coro, con ese acento de sello propio, canta la banda de los colombianos, Sebastián Pérez, Frank Fabra, Edwin Cardona y Wilmar Barrios, los herederos de Córdoba, el Patrón Bermúdez y Chicho Serna. También, Darío Benedetto, el goleador de 2017, otro que sufrió el mal de las lesiones. Y Wanchope Ábila, vital, autor de cinco goles en los últimos tres partidos, el que se ganó la confianza del Mellizo a bordo de su contundencia. Y todos, cada uno de esos jugadores que dejaron la piel en 26 fechas. Queda una por jugar, el cierre en Huracán, aunque la prioridad será ganarle el miércoles a Alianza Lima y darle rienda suelta al sueño de la séptima, esa obsesión.

#YoTeBicampeón es la leyenda que asoma sobre el círculo central, el hashtag que domina las redes sociales. Está llena la Bombonera. Se canta contra River, porque el oprobio del descenso de la banda roja es un hito a orillas del Riachuelo. Se aplaude a los futbolistas, que arriban en un micro cuyo interior está copado por la percusión azul y oro, que no puede avanzar por la marea humana. Hasta que caminan sobre el césped. Y enseñan la Copa. Sí, Boca ya salió campeón. “Y se lo dedicamo’ a todos, la re... que lo re parió”, braman. Es una reivindicación popular, al margen de los desniveles. Las imágenes se propagan a lo largo de todo el país. En el Obelisco, epicentro de los victorias porteñas. Desde Ushuaia hasta La Quiaca.

Porque Boca es bicampeón. “Y si nosotros no jugamos bien, ¿qué le queda al resto?”, se jacta Guillermo. Habrá que darle la razón. En definitiva, los éxitos no se discuten.



Felicitaciones Xeneize!!!

jueves, 15 de marzo de 2018

River Plate Campeón Supercopa Argentina 2017

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UN TRIUNFO PARA VENGAR LA DERROTA DE 1976
River pobló el medio, bancó al rival y fue certero para definir
Los pequeños detalles volvieron a ser vitales en la resolución de otro clásico. La posesión de Boca no dio réditos.
River volvió a levantar otro pagaré. Una vez más, como en los últimos años, volvió a vengarse de su eterno rival. Hasta antes de este partido sólo habían jugado una final por un título una vez en la historia y la había ganado Boca. Pasaron más de 41 años y ya están a mano. Y mucho tuvo que ver Marcelo Gallardo, el padre de los triunfos decisivos contra Boca. Quizás en su momento más difícil desde que llegó a River, volvió a relucir su chapa de estratega. Justo cuando muchos creían que Mendoza iba a ser su Waterloo. Estaban equivocados. Estuvo con la guardia bien alta y se la transmitió a sus jugadores.

Ni bien Patricio Loustau tocó el silbato final, Gallardo pegó un salto (como en cada uno de los goles), levantó los puños bien alto y miró al cielo. Desde alguna estrella, tal vez, Ángel Labruna le guiñó un ojo y le agradeció por vengar aquella final perdida de 1976 en cancha de Racing, cuando Angelito era técnico millonario. Gallardo ganó la batalla de ajedrez de los técnicos. Napoleón lo hizo una vez más. Los detalles en el fútbol a veces terminan siendo los que vuelcan un resultado para un lado o para otro. Pasó en 1976 cuando Boca le ganó la final del torneo Nacional a River. El tiro libre que pateó el Chapa Rubén Suñé sin pedir barrera sorprendió a los rivales pero no a sus compañeros. Toto Lorenzo, legendario entrenador xeneize, le había marcado a sus futbolistas tres veces en la charla técnica que el Pato Fillol, arquero de River, tardaba varios segundos en armar la barrera, según cuentan los protagonistas boquenses de aquel partido. Al fin y al cabo los entrenadores juegan su partido en la previa a los encuentros. Y si pasaba hace cuatro décadas, hoy el rol del entrenador está potenciado. Siempre terminan definiendo los jugadores, pero los técnicos están sobre el tablero de ajedrez trabajando y pensando en la semana.

Una vez más Gallardo demostró que un movimiento de piezas puede ser vital. Y así complicar al rival, por más que no lo supere en el juego. Gonzalo Martínez apareció por el medio, como enganche, y le dificultó las cosas a Barrios. También hizo que Ponzio, escoltado de cerca por Nacho Fernández y Enzo Pérez, no estuviera tan solo. Para que River no tuviera superioridad en el mediocampo, Guillermo le ordenó a Cardona que se parara delante de Ponzio. Un movimiento del Muñeco obligó al Mellizo a mover su estructura.

Ese medio de River terminó prevaleciendo en la primera mitad. Soltando a Fernández llegó a posición de gol tras una combinación con el Pity. Cardona, que retrocedió hasta su área, no acostumbrado a marcar, le terminó cometiendo penal al Pity, que lo cambió por gol para delirio de Gallardo y de todos los hinchas de River.

Después de tener la ventaja, River fue controlando las acciones, dando pasos seguros. Boca ya no mostraba la superioridad de los primeros minutos, sobre todo a partir de los desbordes de Pavón. El Xeneize se sostuvo en la firmeza de Magallán y el despliegue de Nández, pero no aparecieron los que crean peligro en el área ajena. Eso facilitó las cosas para River que se sostuvo en algunos quites de Ponzio, en el toque justo de Nacho Fernández, en el juego del Pity, en las ganas y la verticalidad de Mora. También, en las firmes manos -y pies- de Franco Armani.

River volvió a tener un arquero confiable. Y eso es otro mérito del DT: pidió sí o sí por el nacido en Casilda, que salvó cuatro veces a su equipo con atajadas estupendas. Y así frenó los avances de Boca, que a partir de una posesión mayoritaria (65,8% a 34,2%) merodeó el empate. Hasta que River metió una gran réplica, tras una tapada de Armani. Condujo Nacho Fernández y tocó a Pity, quien asistió al certero Scocco: 2-0. También ahí acertó el DT: quería al ex Newell's fresco para los minutos finales.

Los minutos corrieron. Boca estaba sin fuerzas. Y Tévez, el peor jugador de la cancha, era el reflejo de la impotencia. Pitó Loustau y River deliró. El “dale campeón”, en la cara de su eterno rival, atronó en Mendoza. Casi 42 años después, se sacó otra espina.


Felicitaciones Millonario!!!

viernes, 15 de diciembre de 2017

River Plate Campeón Copa Argentina 2016/2017

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VUELTA OLÍMPICA EN MENDOZA
River fue el mejor de la Copa Argentina y despidió otro año con un nuevo festejo
Ganó los seis partidos y conquistó el bicampeonato. Scocco y Fernández fueron sus goleadores. En la celebración hubo cantitos para Boca, que será rival en la Supercopa Argentina.
El final es feliz, como tantas otras noches. El último capítulo de 2017 termina con River campeón. Con ese grupo de jugadores cantando bajo la lluvia de papelitos plateados, alzando una Copa, ni más menos. Y aunque no se trata de la que más deseaban Ponzio, Enzo Pérez y compañía, se había transformado en una obsesión. Porque desde que asumió su cargo Marcelo Gallardo, durante el invierno de 2014, no hubo un año en el que el coloso de la banda roja no haya dado una vuelta olímpica.

River es bicampeón de la Copa Argentina y ese trofeo que levanta Rodrigo Mora, el uruguayo que no juega desde el Superclásico del 14 de mayo, es la reivindicación de un equipo que peleó todo y estuvo al borde de quedarse vacío. Porque hipotecó la Superliga, soñando con la Libertadores y el Mundial de Clubes. Y cuando se imaginaba en Abu Dhabi disputando una final con Real Madrid, tuvo que conformarse con vencer a Atlético Tucumán. No es poca cosa, claro. Porque, a fin de cuentas, esta victoria ayuda a cicatrizar la herida, como dijo Enzo Pérez, profeta en su tierra, figura por su manejo del juego.

Suena Carrozas de Fuego bajo el cielo mendocino. Y si hay algo que no le faltó a River en 90 minutos fue espíritu combativo, aquel que habían reclamado Javier Pinola y Jonatan Maidana durante la semana. Actitud y compromiso tuvo el equipo millonario. Pero, por encima de todo, hubo pasajes de muy buen fútbol de mitad de cancha hacia adelante. Desde los pies de Pérez, la pieza más importante del circuito creativo. Desde el toque de Nacho Fernández, fundamentalmente, el Pity Martínez e Ignacio Scocco, goleador y gran aporte en el ensamble ofensivo.

“Otra vuelta, otro título”, era la leyenda que podía verse en el dorsal de las camisetas. Estaba decorada con un mapa de Argentina de fondo negro y 2017 en letras blancas. River ponderó la conquista del territorio nacional, se la dedicó a Boca y al pie de la Cordillera logró su undécima copa fronteras adentro. Cuatro Copas Ibarguren, una Copa Competencia Jockey Club, otra Copa Competencia Liga Argentina, una Copa de Oro, una Copa Adrián Escobar, una Copa Campeonato y dos Copas Argentina. Fue, además, su título número 62. Quedó a cuatro de Boca, su rival en la Supercopa Argentina, nada menos. En esa carrera por el más nutrido palmares, todo suma.

Hasta esta instancia había llegado atribulado River. Por cinco derrotas en los últimos seis partidos. Por dudas en todas sus líneas. Y no fue fácil doblegar a Atlético Tucumán. Y si el camino había sido de fácil acceso porque sus rivales fueron Defensa y Justicia y cuatro equipos del Ascenso (Atlas, Instituto, Atlanta y Morón), el de anoche estuvo poblado de obstáculos. Al menos, en el primer tiempo. Fue un duro adversario el Decano. Por esa intensidad que mostró en 45 minutos. Si todavía estaba festejando el gol de Scocco cuando el Pulga Rodríguez, el héroe tucumano, consiguió el empate.

Sin embargo, se quedó sin combustible Atlético Tucumán. Y Nacho Fernández metió un golazo de entrada. Lo que siguió fue un dominio absoluto del campeón. Nunca peligró el triunfo. Así y todo, unos 15.000 fieles de celeste y blanco reconocieron el esfuerzo de una provincia.

River festejó. Y Gallardo dejó de ser Napoleón por un rato. Había dicho en la conferencia de prensa del viernes que quería ser Papá Noel. Y les dio otro regalo a esos hinchas que lo ponderan. El 7° título de su gestión. Justo cuando más lo necesitaban.



Felicitaciones Millonario!!!

miércoles, 21 de junio de 2017

Boca Juniors Campeón Campeonato de Primera División 2016/2017

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CAMPEÓN 2016/2017
Boca, campeón en todas partes
La caída de Banfield desató el delirio por el 32do. título a nivel local. En Bahía Blanca el plantel soltó una emoción largamente contenida. Y el Obelisco fue una fiesta.
Hay un racimo de ansiedades en el interior del hotel Argos. Juegan San Lorenzo y Banfield en el Nuevo Gasómetro y delante de la pantalla del comedor, la vigilia del campeonato produce adrenalina. Sin embargo, no reina la desmesura. Incluso, están tapados los ventanales para que los hinchas, que andan con la ñata frente al vidrio, detrás de un vallado, no puedan espiar a esos jugadores que esperan el guiño de la gloria. El gol de Belluschi genera una certeza, aunque falta más de media hora para el final del partido. Boca es campeón.

Y sólo resta esperar el último pitido del silbato de Espinoza para empezar a celebrar. Para desatar la fiesta. Para cantar. Para saltar. Para gritar por el 32° torneo local, el 66° título de una historia que comenzó hace 112 años en la Plaza Solís. Para acordarse de River, el rival de siempre, ese que se volvió amenazante hasta hace dos fechas, cuando el puntero mostró su mejor funcionamiento contra Independiente y Aldosivi. Para hacer más grande a este coloso azul y oro que festejó en Bahía Blanca y extendió su alegría desde Ushuaia a La Quiaca. Que concentró su felicidad en el Obelisco, ícono de las conquistas deportivas en suelo porteño. En todo el país.

El pogo arranca en el lobby y tiene continuidad en el acceso al estacionamiento. Por fin, los futbolistas se dejan ver. A unos metros, 1.500 hinchas que copan la calle España. Están enloquecidos. Como los propios jugadores, que gritan “Dale campeón”, “Dale Boooo” y una serie de dedicatorias para River. Hay un minuto de silencio que se enfoca en Núñez. Todos están exultantes.

Desde Centurión, el revoltoso que llegó de San Pablo para cumplir el sueño del pibe y fue desequilibrante, hasta Rossi, el arquero inesperado que arribó de Defensa y Justicia y ahora dice: “Hace unos meses no imaginaba este momento. Todavía me estoy pellizcando”. Desde Gago, capitán, destello del fútbol, hasta Pablo Pérez, corazón y pases cortos. Desde Benedetto, el goleador-hincha, el que va por el récord de Martín Palermo, hasta Barrios, el colombiano que llegó bajo la sombra de su compatriota Sebastián Pérez y esperó su chance detrás de Bentancur, pero convenció a Guillermo. Y se recuerda a Tévez, el ídolo que emigró a China pero fue gravitante y es tan campeón como cada uno de estos héroes xeneizes.

Y “Guilleeeermo, Guilleeeermo” se hace coro en las gargantas de esos simpatizantes que copan la vereda. Sonríe con timidez Barros Schelotto, se pone colorado y saluda con su mano a aquellos que lograron ubicarse en la primera fila, como si fuera el Papa. No está tan lejos de esa figura en la consideración de la gente. Campeón como jugador y como entrenador, el “7” bravo genera devoción entre esos fieles. “Bianchi es insuperable”, dice el Meliizo. El tiempo dirá.

“Y sí señores, yo soy de Boca, sí sí señores, de corazón, porque este año desde la Boca, salió el nuevo campeón”, se canta donde Boca tendrá un trámite ante Olimpo. Hay un par de jugadores y dirigentes que se visten con una sábana, al límite entre el folclore y la provocación, recordando que River jugó en la “B”. Y nadie se quiere ir a dormir. Ni los futbolistas, ni los simpatizantes que flamean sus banderas. En Bahía Blanca, en Buenos Aires, en cada rincón de la Argentina.

Boca es campeón. A una década de la última Libertadores, la del mejor Riquelme, la de aquella final en Porto Alegre. Nada mejor que otro logro para celebrar semejante efemérides.


Felicitaciones Xeneize!!!

lunes, 6 de febrero de 2017

Lanús Campeón Supercopa Argentina 2016

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FESTEJO EN LA PLATA
Lanús volvió a gritar campeón y se hace cada día más grande en el fútbol nacional
Le ganó una final a River, como había hecho con San Lorenzo y Racing. El equipo de Jorge Almirón ratificó su convicción y su poderío con los goles de Acosta, Pasquini y Sand (penal). Y se quedó con la Supercopa Argentina.
No existen imposibles para esos sueños que se gestan en Arias y Guidi. No hay gigante capaz interponerse entre Lanús y la gloria. No hay otro equipo que festeje tanto como este ilustre granate, tres veces campeón en ocho meses. Y ahí está José Sand, el Pepe, gritando su desahogo a los 36 años, trabando brazos y torso como Cristiano Ronaldo, de cara a esa tribuna que le dio la espalda, al límite de la provocación.

Es JS9, la sigla del gol, el símbolo de la vigencia, tal vez al borde del adiós. Hay un convencimiento que se transmite desde un cuerpo técnico ambicioso, el que encabeza Jorge Almirón, el que está convencido de su idea, corporizada en el ADN de sus jugadores. El que expone Lautaro Acosta, otra vez laureado, nuevamente decisivo, cuando poco había mostrado.

El que abre el camino de la sexta estrella con un golazo que cesa con el envión de este River ganador. Y cómo estará de dulce el hincha de la banda roja, el que copa el estadio Ciudad de La Plata con toda su pasión, que despide a los subcampeones con aplausos en el medio de la frustración.

San Lorenzo. Racing. River. Lanús no tiene complejos de inferioridad. Asume su rol de protagonista, transforma en terrenales a los colosos del fútbol argentino. Campeón del torneo de Transición 2016. Campeón de la Copa Bicentenario. Campeón de la Supercopa Argentina. Campeón con todas las letras.

Y fue una final bárbara, a fin de cuentas. Tal vez, porque se trataba del primer duelo oficial del año. Aún, en el medio de la grieta de dirigentes que pone en jaque el comienzo de los torneos. Y jugaron como si la abstinencia de fútbol les demandara un mayor compromiso. Intensidad, ritmo y llegadas tuvo el primer tiempo. Con River decidido a imponer condiciones en el campo rival, especialmente, sobre Román Martínez, principal generador del juego granate. Con Nacho Fernández suelto, pero dispuesto a la misma misión que sus compañeros de ataque; presión alta para impedir que Lanús pudiera dominar la pelota, porque desde la tenencia el campeón vigente se hace muy fuerte.

Y el sendero que tomó River en el primer tramo del partido fue una vía rápida hacia el área de Lanús. Con Mayada abierto por derecha, alternando proyecciones con Moreira. Con Pity Martínez volcado por la izquierda, tocando y gestando sociedades con Driussi o Mora, el más activo en todo el frente ofensivo. De los pies del uruguayo partió un centro picante que el pibe de oro cabeceó y se perdió a centímetros del poste derecho de Andrada.

Era superior River. Sin embargo, Lanús empezó a equilibrar el juego. A partir de Marcone y la sorpresa de Alejandro Silva por el sector de Casco. El uruguayo fabricó la situación más clara, con mucha personalidad para encarar y arrastrar adversarios, pero resolvió mal cuando quedó cara a cara con Batalla.

Había terminado mejor Lanús aquel primer tiempo. Y esa tendencia se acentuó en el arranque del segundo. Sin embargo, el domino granate no se tradujo en peligro. Y Nacho Fernández volvió a mostrar todo ese talento que desparramó en esta misma ciudad, con la camiseta de Gimnasia. No obstante, todo lo que producía el Tony Kroos argentino -según la mirada de Gallardo-, no tenía correlato en el Pity. No terminó una sola jugada bien el "10". Y Driussi, que se había mostrado muy participativo en el primer tiempo, ya no tuvo peso arriba.

Entonces, apareció Acosta. Después de otra puñalada de Silva. Y clavó un golazo que terminó por derrumbar a River. Para gritarlo con alma y vida, como hizo el Laucha. Ya estaba Auzqui, debuntante con la banda roja, en la cancha. Y casi empata. Pero Sand tenía resuelto escribir otra página de su enorme historia con Lanús. Y asistió a Pasquini, que habia entrado un rato por el descolorido Aguirre. Fue el segundo alarido granate. Y el final de un partido que Gallardo no pudo resolver con los cambios. Cuando entró Andrade, ya era tarde. Y Delfino cobró un penal afuera del área. Un homenaje al Pepe. Al ídolo. A Lanús, el Súper campeón del fútbol argentino.


Felicitaciones Granate!!!

viernes, 16 de diciembre de 2016

River Plate Campeón Copa Argentina 2015/2016

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River gritó más fuerte en una final llena de goles y polémicas
Alario y Ruben tuvieron un duelo aparte. El ingreso de Alonso fue clave. Mal arbitraje de Loustau.
Una final tremenda, con todos los atractivos. Desde las polémicas de ese primer tiempo que terminó 2-2 hasta la definición electrizante que desembocó en el 4-3 definitivo. Un resultado que de por sí habla de un partido para el recuerdo.

Lo pudo haber definido Central después del 3-2 de Ruben, en esa jugada en la que Central se pareció más que nunca a sí mismo, jugando por abajo de derecha a izquierda Y Batalla se volvió a equivocar. Pero el partido jugó siempre al engaño y al suspenso. Hubo un minuto clave, el 25, cuando Gallardo decidió sacar a D'Alessandro y al Pity Martínez para poner a Mora y a Iván Alonso.

Sí, a D'Alessandro otra vez. Arriesgó el Muñeco. Una apuesta distinta, a jugar por arriba. Y enseguida la realidad le hizo un guiño: un lateral, cabezazo de Alonso (la primera pelota que tocó) y el pie derecho de Alario apareció para poner el 3-3. Tres minutos después, el nueve uruguayo que tanto había pedido Gallardo y que tan poco había jugado en los últimos tiempos, se metió en la historia con el 4-3, tras un pase-gol de cabeza del implacable Alario.

Faltaba más de media hora, pero a los 38 minutos la correcta expulsión de Ruben terminó anticipadamente con las chances de Central, en su tercera final de Copa Argentina perdida en forma consecutiva.

Esa roja al goleador y alma de Central fue la última intervención importante de un árbitro, Patricio Loustau, que tuvo demasiado protagonismo, sobre todo en aquel primer tiempo. Muy rápido, a los 7 minutos, Ponzio le hizo una toma de catch a Teo Gutiérrez dentro del área de River que el árbitro ignoró. Enseguida, Musto lo bajó a Nacho Fernández y allí sí el juez dio el claro penal. Alario concretó el 1-0. La final amanecía con polémicas.

A los 14’ el línea Hernán Maidana hizo que Loustau le cobrara una falta de Gissi a Alario, con amarilla incluida para el defensor de Central. Casi un anuncio. A los 25’, otra discusión. Centro de Salazar, Batalla pierde la pelota en lo alto mientras salta con Musto. Cuando la pelota cae el volante la acomoda con su codo y define ante el arco vacío: 1 a 1. No hubo infracción al arquero, pero sí mano del goleador. Difícil de ver en la cancha, no tanto en la repetición. Loustau legalizó el empate.

Pero había más: 29 minutos, pase de Teo, Ruben domina con enorme clase la pelota (estaba habilitado) y pone el 2-1. Parecía que los rosarinos encaminaban la final. Faltaban polémicas, sin embargo. A los 37’ Gissi forcejea con Alario una vez más y cuando lo suelta Loustau pita el segundo penal. Con semejante rigor ante ese mínimo contacto se deberían cobrar decenas de penales por partido. No sucede, claro. Y comparado con la llave que le hizo Ponzio a Teo en el arranque, lo de Gissi fue mancha, como diría el Coco Basile. De usar el video ref este primer tiempo hubiera durado más de una hora...

Las protestas de los jugadores de Central no paraban, pero en lugar de reclamarle al árbitro lo hacían con D'Alessandro. Los gestos del zurdo eran elocuentes: “¿Y yo qué tengo que ver?”, parecía contestar. Así como los fallos arbitrales calentaron el partido, el mal estado del campo condicionó el juego. Lo hizo intenso, más de potrero, ninguno de los dos pudo jugar demasiado con la pelota al piso. Lo intentaron, de a ratos, en otros buscaron el pelotazo.

En el segundo tiempo salieron más tranquilos los jugadores, como si hubiera habido una indicación idéntica de los técnicos en ambos vestuarios. Por eso el partido no se descarriló y la final se hizo apasionante. Gol a gol. Con Alario con sus tres conquistas y su asistencia en el cuarto de un lado, con Ruben y dos tantos (en especial el primero suyo) del otro. Explosiva final, difícil de olvidar. River campeón, Central otra vez cerca y más que digno.



Felicitaciones Millonario!!!

viernes, 26 de agosto de 2016

River Plate Campeón Recopa Sudamericana 2016

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RIVER SALIÓ CON HAMBRE Y SACÓ LA DIFERENCIA MUY TEMPRANO
Un rato con juego de campeón
Mereció la victoria, pero terminó con un cierto sufrimiento por un error que permitió el descuento colombiano.
Otra Copa de nivel internacional. Una más para el inmenso River y para un entrenador gigantesco como Marcelo Gallardo, que como nacido y criado en semejante institución casi siempre está a la altura de la circunstancias. Indiscutible la conquista, aunque se haya empañado circunstancialmente con el descuento de un rival colombiano que prácticamente no lo había inquietado. El 2-0 había abierto las puertas de par en par para que el marcador se ampliara, pero lo que no sucedió en el arco rival el campeón lo padeció en el propio. Apenas un lunarcito, ya que River hizo casi todo en el partido y casi todo lo hizo bien.

River salió decidido a buscar el título desde la primera pelota y metió al Independiente colombiano contra los palos del arco de Zapata. Y el modo con que los dirigidos por Gallardo tomaron esta final quedó demostrado con la apertura del marcador. Mientras que los que atacaban vivieron cada movimiento intensamente, los encargados de defender no sólo perdieron las marcas sino que adolecieron también de reacción. La conclusión era obvia: definición con anticipo de Driussi y 1-0.

Hasta el minuto 25, con Ponzio como abanderado, River no le dejó ni las migas al equipo del argentino Gustavo Costas. Hasta aparecieron las sociedades de las que el entrenador tanto confía y espera. Moreira, D'Alessandro y Driussi por la derecha. Casco, el Pity Martínez y Nacho Fernández por el otro costado.
Todos respaldados por ese león que es Ponzio, el líder para saber el momento y el lugar donde se debe apretar. Y el ecuatoriano Mina, que empezó a asentarse y promete darle dura lucha a Lollo por la posesión del puesto.

Como repitiendo la fórmula de la primera etapa, rapidísimo en el complemento hubo un visceral grito de gol en un Monumental repleto. El cabezazo demoledor de Alario puso las cosas en su lugar: dos goles era la diferencia mínima entre uno y otro. Sobre todo porque Independiente estaba mostrando muy poco, casi nada, incluyendo la pobre producción del argentino Omar Pérez, que fue cambiado para la segunda etapa.

River venía de fiesta cuando sucedió algo impensado: el descuento del conjunto colombiano, que aprovechó al máximo un movimiento con pelota detenida y alguna marca que se perdió demasiado cerca de la zona de Batalla.

El Pity Martínez tuvo el tercero, pero su disparo rebotó en el travesaño. Algún centro aislado de los visitantes engordó la intriga que siempre tiene un resultado por la mínima diferencia. Pero anoche ganó y festejó el que más méritos acumuló para quedarse con la Copa. Como para que River y Gallardo continúen unidos en un ciclo fecundo para celebrar.



Felicitaciones Millonario!!!

lunes, 15 de agosto de 2016

Lanús Campeón Copa Bicentenario

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CON UN GOL EN TIEMPO ADICIONAL VENCIÓ A RACING Y SUMÓ OTRO TROFEO EN MENOS DE TRES MESES
Lanús se acostumbró al grito de campeón
Volvió el fútbol oficial tras 77 días. La final, trabada y aburrida, se encaminaba hacia los penales. Pero el equipo de Jorge Almirón la definió con un contraataque a pura velocidad. A Racing le faltó juego y no supo aprovechar las situaciones de gol que logró generar.
Toda la euforia está depositada en el área y en las tribunas del Cilindro que dan a la calle Colón. Allí en esa cabecera saltan como locos los hinchas sobre el cemento y ese racimo de jugadores vestidos de granate, con la compañía de allegados y familiares, en el césped. ¡Cómo no van a festejar todos los que se identifican con Lanús! Si el triunfo mínimo y sobre el epílogo de un partido chato vale otra estrella, si voltearon a otro grande, si otra vez van a levantar un trofeo, el segundo en poco más de tres meses. Por eso celebran porque se acostumbraron al grito de campeón.

Del otro lado hay resignación y silencio. Reinan el dolor, los lamentos, los insultos al aire, algunos reproches hacia el banco de suplentes, apuntando al técnico Facundo Sava. Mientras sus jugadores están cabizbajos buscando alguna explicación para esta caída, bajan aplausos tibios para despedirlos. A nadie le gusta que le festejen un título en su propia cancha y menos de esta forma: con un gol de contraataque y en tiempo de descuento, cuando todo hacía presagiar que la definición iba camino a los penales. Se van los fanáticos de la Academia masticando bronca y esperando que éste sea un sacudón pasajero.

Ganó Lanús, está dicho, aunque esta versión del equipo de Jorge Almirón haya estado bastante lejos de aquella de la tarde perfecta del 29 de mayo con la goleada ante San Lorenzo en River, esa que sirvió para atrapar el torneo de Transición. Solamente en algunos tramos del segundo tiempo aparecieron con nitidez los rasgos de aquel Lanús. Fue cuando José Luis Gómez tomó mayor protagonismo, cuando Román Martínez tuvo soltura, cuando el paraguayo Miguel Almirón se ubicó detrás de la línea de volantes de Racing e hizo valer su desequilibrio individual y, a veces, su velocidad.

En una final como esta, los nervios juegan su papel y la falta de competencia oficial, también. Y los detalles suelen ser determinantes. Grimi, en un tiro libre a favor, cuando solamente quedaban 30 segundos, prefirió jugarla al sitio equivocado. Ganó la presión del rival y el desenlace fue fatal para Racing, que quedó a contramano de la jugada. Porque Gómez recuperó y la jugó con criterio y la posterior corrida por izquierda de Almirón y el remate certero del debutante Montenegro definió el destino de un partido cerrado, muy trabado, con escaso fútbol y demasiada imprecisión.

Perdió Racing. Por ese error individual y también por algunas otras cuestiones. Hubo poco juego colectivo de los de Sava. Romero jugó de enganche, recostado sobre la derecha, como medio delantero. Y le faltaron socios para generar situaciones favorables. El Huevo Acuña por la izquierda le quedó muy lejos al 10 local. ¿El Pulpo González pudo haber entrado antes? En los pocos minutos que estuvo en la cancha mostró su buen pie y su salida clara.

Se le notó la inactividad a un Gustavo Bou que se equivocó en las pocas oportunidades de gol que se le presentaron. Y la defensa, con Cerro improvisado como lateral derecho y con una estructura renovada (sin Pillud, sin Lollo, con Grimi de segundo central, con el debut de Insúa) demostró problemas en el retroceso como ocurrió en el gol.

El resultado, a veces, puede nublar la vista. Fue el primer paso de los dos tras tanto tiempo sin fútbol. A Lanús le quedaron algunas certezas que apuntan al arranque de la Sudamericana. Racing espera que haya sido solo un mal trago.



Felicitaciones Granate!!!

lunes, 27 de junio de 2016

Chile Campeón Copa América Centenario USA 2016

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BICAMPEÓN
Chile, campeón de América en los penales
Luego de empatar 0-0 en los 120 minutos, la Selección Argentina perdió otra final ante la Roja y se quedó sin la Copa América Centenario. Messi y Biglia fallaron desde los doce pasos y la Albiceleste ya suma 23 años sin títulos.
Chile se impuso en los penales (4-2) tras el empate 0-0 en los 120 minutos reglamentarios y se consagró campeón con idéntico resultado que en la final de 2015, para reválidar su título de campeón de América en New Jersey, Estados Unidos.

El equipo albiceleste comenzó incisivo en el MetLife Stadium tras un disparo de Ever Banega y con presión alta sobre su rival. Sin embargo, la Roja se mostró bien plantada y salió rápido del sofocón inicial para comenzar a emparejar el juego.

La primera situación importante llegó a los 20 minutos y no fue por una acción colectiva ni una individualidad. Error chileno en la salida, robo de Higuaín y corrida para quedar de cara al gol frente a Claudio Bravo. Sin embargo, el Pipa volvió a fallar como en las finales de 2014 y 2015. Su remate besó el palo derecho y salió pidiendo permiso.

A los 28, Marcelo Díaz vio la doble amarilla y se fue expulsado tras una segunda falta clara sobre Lionel Messi. Argentina se encontró con un hombre de más pero no supo aprovecharlo y a los 42 se encontró otra vez en igualdad númerica. El árbitro brasileño Héber Lopes compensó y decidió expulsar a Marcos Rojo.

Al descanso se marcharon sin goles y con cuestionamientos a la terna arbitral. Y en el complemento, el juego fue elevando cada vez más temperatura pero sin hacerse daño frente a los arcos.

Gerardo Martino sacó a Ángel Di María, que mostró su falencia física, para equilibrar el mediocampo con el ingreso de Matías Kranevitter. Y más tarde cambió delantero por delantero con el ingreso de Sergio Agüero en lugar de Gonzalo Higuaín.

Chile consiguió posicionarse dentro del campo y exigió a Sergio Romero con un buen disparo de Eduardo Vargas. Pero Messi siguió peleando ante la férrea marca de Arturo Vidal y Gary Medel, se los sacó de encima y asistió al Kun, que de frente al arco remató alto para lamento argentino.

La Roja lo pudo ganar en el minuto 90, pero Ramiro Funes Mori se jugó la ropa y evitó la caída del arco de Romero. Y un minuto después, la Pulga encaró y terminó su propia jugada con un disparo que pasó cerca de la valla chilena. Lo último antes del tiempo suplementario.

En los primeros 15 del Alargue, pincelada de Messi, cabezazo de Agüero con destino de ángulo, volada de Bravo, travesaño y al tiro de esquina. La más clara para la albiceleste.

En el segundo suplementario, luego del ingreso de Erik Lamela por Banega, Messi tuvo un tiro libre a su disposición frente al arco, pero su remate lo desvió la barrera. Fue la última chance clara antes de quedar establecido el 0-0 y los penales.

Erraron Vidal y Messi desde los doce pasos, Chiquito sacó el primer penal de la Roja y la Pulga la tiró por arriba. Luego marcaron Nicolás Castillo, Charles Aránguiz, Jean Beausejour y Francisco Silva. Mientras que Javier Mascherano y Agüero lo hicieron para Argentina, pero falló Lucas Biglia y otra vez el equipo argentino se quedó en las puertas de la gloria.


lunes, 30 de mayo de 2016

Lanús Campeón Campeonato de Primera División 2016

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LA RESISTENCIA DE SAN LORENZO APENAS DURÓ HASTA QUE SE QUEBRÓ EL CERO
Una final sin equivalencias: terminó siendo un festival
Los cuatro goles hablan con claridad de una superioridad notable. Lanús bailó a un rival que no tuvo reacción.
La final no fue final. La final fue baile, lisa y llanamente. Fue baile del mejor Lanús -del Lanús al cabo campeón- a un San Lorezo que se asemejó a una mala caricatura. Cuando no existen las equivalencias, cuando el fútbol y los goles se encuentran de un solo lado, cuando la superioridad es tan mayúscula que asombra, cuando las individualidades de uno deslumbran y las del otro naufragan, cuando lo colectivo es granítico por acá y frágil como el cristal por allá, cuando ocurren todas estas cosas, sólo hay que esperar el the end del espectáculo para ver hasta que cifras llega la goleada. Lanús paró en cuatro... Y se dio la lógica más pura, tras noventa minutos muy buenos por la sublime producción del amo y señor del campeonato: Lanús es un equipo infinitamente superior a San Lorenzo.

¿Por qué pasó lo que pasó en el Monumental? Primero, por una cuestión de convicciones: Lanús de la mano de Jorge Almirón, sabe a que juega y ayer, en lo que fue una prueba de carácter (aprobada con la mayor de las holguras), lo supo mejor que nunca; San Lorenzo se mostró, por enésima vez, como lo que fue a lo largo de toda la competencia: un híbrido. Segundo, porque las diferencias de fútbol, de intensidad, de ritmo, de dinámica y de velocidad resultaron abismales, quizás como en pocas oportunidades se da en conjuntos de similares ambiciones. Tercero, porque Lanús impuso condiciones desde el minuto inicial a partir de la tenencia de la pelota -la monopolizó siempre y con una facilidad poco usual-, de la presión constante, de las ideas diáfanas y del ataque sin pausas; San Lorenzo jamás le encontró la vuelta a la propuesta de su adversario: fue un barco a la deriva que terminó hundiéndose sin remedio.

Cuando Torrico le ahogó el grito a San a los 90 segundos de juego, surgió con claridad una señal de lo que un ratito después iba a ratificarse: la resistencia de San Lorenzo no podía extenderse demasiado. A los 17, Miguel Almirón -probablemente, haya jugado el partido de su vida- ejecutó con prontitud un córner tocándola para Velázquez y el centro preciso del capitán encontró la cabeza de Oscar Benítez. Gol, uno a cero. Lanús, lentamente, empezaba a sentirse campeón. ¿Cómo hacía San Lorenzo para aspirar al menos al empate si no disponía -ni dispuso nunca- de la pelota ni de la rebeldía necesaria para tratar de cambiar el guión de una película con un final prácticamente cantado?

Si uno de los interrogantes previos era si los técnicos iban a plantear el desarrollo con la osadía que los caracteriza, la respuesta quedó a la vista en ese puñado de minutos del comienzo: Jorge Almirón lo cumplió, sin duda alguna; Guede, no. Es como si el entrenador de San Lorenzo hubiese estado convencido de antemano de que su equipo era (es) inferior. El de la iniciativa resultó Lanús, que se hizo un festín con la sociedad de Almirón-Acosta -a la que se sumaba Velázquez- a costa del indefenso Buffarini. El de la impotencia fue San Lorenzo.

Los goles cayeron por decantación, mientras San Lorenzo no podía siquiera patear al arco. Por obra y gracia suya, Lanús transformó la final en un festival.



Felicitaciones Granate!!!

jueves, 11 de febrero de 2016

San Lorenzo Campeón Supercopa Argentina 2015

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SAN LORENZO SÚPER CAMPEÓN
El Ciclón metió cuatro y festejó a lo campeón
Fue su primer triunfo del 2016. Le sirvió para estirar la diferencia sobre Boca, quedarse con la Supercopa Argentina y entrar a la Sudamericana.
Que San Lorenzo venciera a Boca era una posibilidad. Pero que lo pusiera de rodillas y terminara vapuleándolo estaba en los planes de muy pocos. El campeón de la Supercopa Argentina terminó a puro toque, con abundancia de gol y varias individualidades rutilantes para alcanzar una goleada que, además de la enorme felicidad propia, puede dañar a Boca en sus órganos vitales. Porque al perdedor se lo notó mareado, confundido, vacío de ideas y careciente de juego, como no pudiendo superar un verano cruel, a pesar de que el entrenador pudo juntar en medio partido a Tévez con Osvaldo y Gago.

Rodolfo Arruabarrena y Pablo Guede plantearon el primer tiempo como una batalla táctica, esperando que los esquemas ayudaran a resolver un partido de enorme importancia para aliviar las tensiones que por estas horas influyen en el día a día.

El Vasco apostó a un 3-5-2, con un trío de defensores centrales para controlar a la dupla Cerutti-Cauteruccio, cinco mediocampistas con Peruzzi y Silva como laterales-volantes y dos para atacar (Tévez y Chávez). El problema principal radicó en que ninguno de los dos marcadores de punta puestos a carrileros cumplieron con el rol designado, por lo que Boca, sin elaboración, atacó exclusivamente con los largos lanzamientos del Cata Díaz para la dupla de arriba.

Guede, por su parte, respaldó su idea con el dibujo 4-1-3-2, con Mussis como un limpiaparabrisas. Sin embargo, como Ortigoza se acomodó por delante del ex Gimnasia, San Lorenzo tuvo en el ex socio ideal de Mercier a uno que jugó a jugar y así manejó al equipo. Con el agregado de que Cerutti, en la función de extremo derecho, hizo la diferencia desde su velocidad en el uno contra uno ante Insaurralde.

Así como los rápidos movimientos de Cerutti (sus compañeros lo miran desde lejos en los contraataques) constituyeron una esperanza para el Ciclón, los derechazos con 60/70 metros de recorrido de Díaz a la zona de Angeleri-Caruzzo fueron la receta boquense para disimular esa evidente carencia que es la falta de elaboración.

Luego de que Angeleri fallara increíblemente de zurda en el área de enfrente, que Tévez dilapidara una oportunidad solamente porque sigue lejos de su mejor estado de forma y que Orión bloqueara con las piernas un mano a mano frente a Cauteruccio, el clásico tuvo su primer estallido: a Belluschi se le fue largo un control con la derecha pero giró, revoleó la zurda y la clavó en un ángulo.

Convencido de que había que cambiar para mejorar, Arruabarrena disparó tres cambios en los primeros 14 minutos del complemento. Osvaldo y Gago vinieron a la cancha directamente de los vestuarios y el uruguayo Lodeiro reemplazó a Chavez antes de que se cumpliera el primer cuarto de hora del complemento.

Así, se armó el binomio Tévez-Osvaldo para ir hacia el arco de Torrico mientras que la dupla Gago-Lodeiro pasó a tener las mayores responsabilidades en la administración y el destino de la pelota. Meli apareció en soledad frente al arquero pero sus dudas malograron la situación. Los cambios de Guede tuvieron directa relación con el desgaste de sus individualidades. Blandi, Barrientos y el Pipi Romagnoli, en ese orden, ingresaron para oxigenar la estructura.

Así como San Lorenzo padeció algún contraataque rival en la primera mitad, con Belluschi de lanzador y Barrientos como definidor el equipo de Boedo agrandó la diferencia y, de algún modo, empezó a lustrar la Supercopa para sumarla a los trofeos que decoran sus vitrinas. Quedó tiempo, cómo no, para que el Pitu, con un hermoso chanf lazo zurdo, y Blandi, en soledad, transformara el triunfo en goleada para una noche inolvidable.


Felicitaciones Ciclón!!!

jueves, 5 de noviembre de 2015

Boca Juniors Campeón Copa Argentina 2014/2015

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EL PENAL QUE COBRO CEBALLOS FUE DETERMINANTE, PERO EL CAMPEÓN MOSTRÓ SOLIDEZ
Un arbitraje para el aplazo y un Boca que no perdona
El ganador se hizo fuerte en defensa y volvió a dejar claro que cuando se pone en ventaja es difícil empatarle.
Boca cierra el año de la mejor manera: con dos títulos en tres días. Con un arbitraje para el aplazo de Diego Ceballos, quien le cobró un penal que derivó en el 1 a 0 parcial por una falta afuera del área y luego convalidó el segundo gol pese a que había posición adelantada de Andrés Chávez, supo ser contundente cuando hizo falta y después se defendió bien ante un Rosario Central entusiasta pero falto de lucidez para desequilibrar en ofensiva. Central terminó envuelto en impotencia y con su técnico, Eduardo Coudet, acusando a Ceballos de haberles robado la final.

Fueron escasas las emociones en el primer tiempo. La cancha pesada por la caída de lluvias en los últimos dos días conspiró para que apareciera el buen juego. Se alternaron el dominio en los 45 minutos iniciales porque costó afirmarse y jugar al ras del piso.

Central, dentro de este contexto, tuvo algo más de prolijidad, ya que contó con un mediocampo más activo a la hora de recuperar, presionó mejor sobre los posibles generadores de fútbol de Boca (Pablo Pérez y Nicolás Lodeiro) y entonces los delanteros del equipo de Rodolfo Arruabarrena quedaron muy aislados. Carlos Tévez y Jonathan Calleri chocaron con un Javier Pinola (al final se fue expulsado) impasable las pocas veces que encararon hacia el área rival.

A los de Eduardo Coudet no les pesó la final e intentaron ser más ofensivos, pero les faltó profundidad. Agustín Orion solamente tuvo que descolgar un par de centros hasta que llegó la primera gran polémica de la noche con el gol invalidado a Marco Ruben por el offisde que por centímetros Ceballos le cobró a Marcelo Larrondo (que participó de la jugada) en el minuto 37, a instancias del asistente Marcelo Aumente.

Entre las quejas desmedidas de Coudet y otro cabezazo que se fue apenas alto de Ruben, se escurrió un primer tiempo flojo y cargado de imprecisiones.

Boca mejoró un poco en el segundo tiempo, especialmente porque se afirmó mejor en el mediocampo a partir del poder de recuperación de César Meli y de Cristian Erbes. A Central le costó un poco más en ataque ante un Boca que se abroqueló mejor y se paró para jugar de contragolpe.

La apertura se produjo a los 9, tras una falta de Paulo Ferrari a Gino Peruzzi afuera del área y ante la que Ceballos cobró penal. Lodeiro se hizo cargo de la responsabilidad del remate y volvió a acertar.

La única chance que Central tuvo para empatar fue aquel cabezazo de Ruben ante el que Agustín Orion tuvo una gran respuesta.

Boca tuvo menos la pelota, pero así y todo generó las situaciones más claras. Hubo un cabezazo de Daniel Díaz que se fue desviado y un remate de Nicolás Lodeiro que atajó Manuel García.

Central hizo un esfuerzo físico descomunal, con jugadores que llegaron con lo justo al partido, tal el caso de Cristian Villlagra, quien debió dejarle su lugar a Ferrari en el entretiempo. El equipo rosarino fue y fue, pero chocó contra una defensa que casi no pasó sofocones.

A Boca se lo cuestiona mucho por la falta de juego, pero tiene una solidez como equipo que admite pocas discusiones. Se hizo fuerte defensivamente y cada vez que se pone en ventaja, es muy difícil empatarle. Y sobre el final amplió la cuenta con un toque corto de Chávez, levemente adelantado, ante una pelota cruzada de Meli.

Los jugadores terminaron festejando en la esquina donde se unen la platea Gasparini y la cabecera Artime, de cara a donde estaban sus familiares. La hinchada de Central despidió con aplausos a su equipo, seguramente porque demostró que con muchos menos recursos le peleó de igual a igual a los más poderosos en los dos frentes.

lunes, 2 de noviembre de 2015

Boca Juniors Campeón Campeonato de Primera División 2015

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EL GOLAZO DE MONZÓN DESATÓ LA FIESTA EN UNA BOMBONERA REPLETA
Un cabezazo y las pinceladas de Tévez para un grito demorado
El equipo lució atado hasta que logró la ventaja. El último título en torneos locales había sido en el Apertura 2011.
Tenía que ser. Y tenía que ser así. A lo Boca. Con sufrimiento lento incluido. Para que el demorado grito de campeón sonara más fuerte. Mucho más fuerte. Al cabo, seis puntos de ventaja sobre el segundo y con una fecha por disputar no admite discusiones mayores. Porque esto va más ala del juego que pudo exponer el equipo a lo largo de estas 29 fechas. Que no fue lucido, en general. Había un Compromiso emocional con la historia y con la gente.

Un compromiso que se agrandó con la llegada de Carlitos Tévez, a los 31, y en la cima de su carrera. Un jugador diferente, un talismán que llegó campeón (en la Juventus) y que fue campeón en todos lados, para volver a ser campeón en Boca, su casa, que lo necesitaba, como bandera y como ídolo. Y cumplió Tévez ese compromiso por eso quedó en el centro de la escena en un festejo que no quería terminar nunca en una Bombonera extasiada.

¿Se puede hablar del juego, de las falencias de un equipo que le costó encontrar una identidad desde la generación, desde las combinaciones ofensivas, desde algunos desacoples defensivos? Sería una tontera en medio de la celebración. Todo se puede resolver con más felicidad si se dice: es campeón, es el mejor. Porque también se pueden contemplar las irregularidades de los otros, los tropiezos de los otros.

El facilismo numérico entierra cualquier duda. Como alguna que se pudo haber levantado en este partido con Tigre. Porque Boca llegaba con ventaja suficiente como para espantar angustias. Pero la sombra de un fantasma (el torneo casi ganado que perdió en el desempate con Estudiantes, en 2006) lo acosaba. Entonces, el temor se le mezclaba a la ilusión de los hinchas y de los protagonistas.

Y así era el partido. Boca buscaba las formas de ataque ante un equipo que se plantó ordenadamente a la defensiva. Y le costaba tanto llegar con juego asociado, que casi todas las jugadas terminaban en pelotazos o en fallidos intentos individuales. Sólo Pablo Pérez quería encontrar variantes. Pero no tenía socios cercanos. Carlitos era la llave en tres cuartos. Pero sus intentos se diluían. Javier García, el arquero visitante (alguna vez campeón con Boca) no intervenía.

Y por eso el desahogo de ese estadio repleto de colores y de sonido llegó desde afuera. Cuando Gio Simeone marcó el primer gol de Banfield ante Central. Ya alcanzaba hasta el empate para anular las chances de San Lorenzo. Entonces, después de tantos tiros de esquina que no habían traído consecuencias favorables apareció el cabezazo espectacular de Monzón tras el zurdazo de Lodeiro desde la derecha.

Llegó con un impulso de varios metros, volcado por la derecha, en una posición inesperada. Justamente Monzón, el mismo que había perdido la titularidad por su irregularidad, por sus distracciones. Y que la había recuperado cuando Colazo, su reemplazante, también padeció un bajón en sus rendimientos. Era suficiente un gol para calmar definitivamente los ánimos.

Y pudo llegar algún otro en el segundo tiempo. Lodeiro desperdició una chance clarísima. Y el mismo Lodeiro metió un tiro en el travesaño. Carlitos quería hacer el suyo para redondear la fiesta de su regreso triunfal, pero falló en las instancias finales. Sin embargo, los pincelazos de su clase de potrero seguían levantando las ovaciones del agradecimiento.

Hasta que ya espantado el temor por las noticias de afuera, empezó a tronar el festejo único en esa caja de resonancia inigualable que es la Bombonera. Porque de la mano de Carlos Tévez la vuelta se volvió a dar. Después de una eternidad que duró cuatro años.



Felicitaciones Xeneize!!!

miércoles, 12 de agosto de 2015

River Plate Campeón Copa Suruga Bank 2015

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RIVER MARCÓ CLARAS DIFERENCIAS ANTE EL GAMBA OSAKA EN LA FINAL
Contundencia y jerarquía en la otra punta del planeta
Sin jugar un gran partido supo golpear rápido y disimular el cansancio. Sánchez, Mercado y Pity Martínez, los goles.
River sigue cosechando Copas. Tras la obtención de la Libertadores, el trofeo más deseado, hace una semana, el equipo de Gallardo pronunció su gran momento y siguió de festejos en Japón, donde derrotó 3-0 al Gamba Osaka y alzó la Suruga Bank, el noveno título internacional del club en la era moderna. No jugó un gran partido pero le alcanzó con su jerarquía para llevarse la victoria. El resultado fue abultado y se explica a través de dos factores: la jerarquía y contundencia de River, y la impericia e ingenuidad del Gamba Osaka.

Le sobró prácticamente un tiempo al partido. Rápidamente River se puso en ventaja. Luego de una serie de rebotes, Nicolás Bertolo fue derribado imprudentemente y el árbitro japonés Ryuji Soto cobró penal. Carlos Sánchez, el hombre de las ejecuciones importantes, lo cambió por gol. Así, el equipo de Marcelo Gallardo madrugó al conjunto japonés.

Gamba Osaka intentaba hacer salidas prolijas pero sucumbía cada vez que River se decidía a presionar bien arriba a través de sus delanteros y del acople de los mediocampistas. Matías Kranevitter y Leonardo Ponzio eran los encargados de marcar el pulso.

Con la ventaja a su favor, River reguló fuerzas y tenía algunas preocupaciones por desacoples defensivos que le generaban algo de preocupación. Como en ese pelotazo largo al que Marcelo Barovero le calculó mal y el empate quedó a merced de Patric. Pero el delantero se durmió y Trapito remendó arrojándose al suelo para sacarle la pelota de los pies. Después, el arquero de River también le sacó un mano a mano al delantero.

Pasados esos sofocones, River siguió manejando el ritmo y controlando las acciones. Y además volvió a ser contundente a través de la pelota parada. Sánchez ejecutó un córner, Mercado cabeceó y el equipo de Gallardo sacó dos goles de diferencia. Casi sin esforzarse. Esto le sirvió para dosificar energías y para aguantar el cansancio acumulado por el viaje y el cambio de horario. La temperatura y la humedad también fueron obstáculos que debió sortear.

De todos modos, hubo imprecisiones fuera de lo común en el equipo, sobre todo en el sector izquierdo entre Vangioni y Bertolo. Del otro lado, se vio lo mejor con las proyecciones de Mercado y la potencia de Sánchez, al menos en el primer tiempo.

Cuando se lo proponía y lograba hilvanar varios pases seguidos, River quedaba cerca del gol. Lo tuvo Sebastián Driussi primero y luego Sánchez, de volea, reventó el travesaño tras un gran pase de Saviola.

En el segundo tiempo, Gallardo hizo cambios (el reglamento de la final permitía seis por conjunto) para refrescar el equipo. Ingresaron Tabaré Viudez, Pisculichi y Pity Martínez para buscar más velocidad. Enseguida River liquidó el partido tras una buena jugada colectiva que concluyó con un golazo del entrando en diagonal por derecha y definiendo de zurda.

Con el encuentro definido, River perdió la pelota y Gamba Osaka fue a buscar el gol del honor. Pero el brasileño Patric volvió a fallar en el área chica. Y Barovero sacó tres pelotas de gol: una a Akamine y otras dos a Kurata. A esa altura, River era un desconcierto defensivo. El cansancio y el desgaste físico pesaban y el equipo dejaba muchos huecos, siendo desbordado por ambos laterales.

Pero a esa altura, River no corría peligro. Ya tenía todo resuelto. La fiesta estaba armada para disfrutar una Copa más en la otra punta del planeta.


Felicitaciones Millonario!!!

jueves, 6 de agosto de 2015

River Plate Campeón Copa Libertadores 2015

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GANÓ LA LIBERTADORES DESPUÉS DE 19 AÑOS
River goleó a Tigres en el Monumental y conquistó América
Se impuso por 3-0 con goles de Alario, Sánchez -de penal- y Funes Mori y se quedó con la Copa por tercera vez en su historia. En diciembre jugará el Mundial de Clubes en Japón.
La lluvia le pone el broche de oro a una noche de gloria. Se abrazan todos. En la popular, en la platea y en el campo de juego. Fernando Cavenaghi parece un nene corriendo por toda la cancha. Marcelo Gallardo, que por estar suspendido no pudo seguir el triunfo desde el banco, aparece en escena como el gran artesano de este logro. Lucas Alario, el sorpresivo goleador que abrió un juego trabado, no puede contener las lágrimas. Se suman Saviola y Lucho González. River campeón. Conquistó América. Volvió a lo más alto del continente después de 19 años en los que supo superar todos los obstáculos posibles. Es tiempo de festejar. El grito final llegó con un 3-0 contundente ante Tigres, con goles de Lucas Alario, Carlos Sánchez, de penal, y Ramiro Funes Mori. Y el merecido "Dale campeón" brotó de la multitud que copó el Monumental.

Más de 60 mil personas, once jugadores, 19 años de espera. Millones mirando por televisión. Y una Copa, tantas veces esquiva en la historia de River, esperando ahí, al costado del campo de juego. El recibimiento de los hinchas estuvo acorde con el evento. Fuegos artificiales, humo, bengalas, papelitos, globos y un canto ensordecedor para recibir a los elegidos. Tigres, entraba a la par, pero parecía un mero invitado a la fiesta.

Empezó a rodar la pelota y todo lo externo quedó de lado. Con Marcelo Gallardo suspendido y Matías Biscay en el banco, River salió a imponer presencia. Con Leonardo Ponzio como bandera, copando el medio y cargando el juego por derecha con Carlos Sánchez y Camilo mayada, que se proyectaba.

El partido se jugó con dientes apretados y pierna fuerte. Un patadón de Lucas Alario en el arranque fue amarilla pero podía haber dejado al equipo con diez. Del otro lado, cuatro jugadores de Tigres fueron amonestados en los primeros 25 minutos.

El aliento del público mutó en nerviosismo al compás del reloj. Guido Pizarro empezó a manejar los hilos del equipo visitante. Y en River Nico Bertolo quedaba muy lejos de Carlos Sánchez y no había triangulaciones. En ese escenario, las más claras fueron de Tigres. El francés Gignac dejó a Rafael Sobis cara a cara con Barovero pero el brasileño no controló la pelota y perdió una posibilidad muy clara. Después en una gran jugada de Jurgen Damm por derecha, enganchó y le sirvió el remate a Gignac, que no logró conectar en el corazón del área.

Parecía que el primer tiempo se iba con el resultado en cero. Pero bajo la lluvia del Monumental, Leonel Vangioni rompió el molde. A los 44 minutos, el zurdo cruzó el mediocampo, avanzó, aguantó ante la marca, giró y gambeteó con caño incluido a Damm. Con la cabeza levantada, sacó un centro exacto, con rosca al primer palo, para el anticipo perfecto de Lucas Alario que se tiró de cabeza al gol: 1-0. Estalló el estadio. Un grito de desahogo, un abrazo interminable para soltar los nervios contenidos.

En el segundo tiempo, River le cedió la pelota a Tigres y se paró 10 metros más atrás. Pero el dominio de los mexicanos llegaba hasta tres cuartos. Ahí aparecía Funes Mori, de muy buena final, para anticipar. O Kranevitter para completar el triángulo con los centrales y generar superioridad numérica.

Tigres tuvo una nueva chance y otra vez volvió a fallar. Y allí, en ese cabezazo que no conectó Aquino se terminaron las ilusiones. River volvió a aprovechar su momento. A Carlos Sánchez le cometieron el penal y el uruguayo agarró la pelota para poner con un derechazo seco al palo izquierdo del Patón Guzmán el 2-0. Y enseguida llegó el tercero, de cabeza de Funes Mori, como un buen premio al defensor central, de gran labor.

A falta de diez minutos, los hinchas transformaron en palabras el sueño que se había demorado 19 años. "Dale campeón". Los cuatro costados se fueron sumando. Y el cierre fue a toda oruqesta.

Con gorros, remeras, cotillón, vuelta olímpica y una celebración interminable. Con una bandera de Japón moviéndose de un lado al otro y advirtiendo que para River la fiesta recién empieza.



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