Estudiantes de Río Cuarto ascendió a Primera División
Ni la lluvia, que cayó sin pausa desde la madrugada y hasta una hora antes del inicio del juego, ni el resultado adverso en el encuentro de ida intimidaron al público local, que ocupó gran parte de los 23.000 lugares disponibles en el estadio Abel Sastre para ver el partido más importante en la historia de una ciudad en la que residen alrededor de 120.000 personas.
Eso sí, la renta de dos tantos que el Celeste había construido la semana pasada configuró un libreto previsible: el equipo dirigido por Leandro Gracián asumió el rol protagónico y el conjunto de Iván Delfino se agrupó prolijamente y jugó con el reloj como aliado.
Esa fórmula le pagó en el primer capítulo mejores dividendos a Estudiantes, porque logró que el partido se jugara a su ritmo, cansino, y redujo a Madryn a una versión impotente. Si bien el juego vertical es parte del ADN de los chubutenses, su efectividad depende de la capacidad de sus mediocampistas para capitalizar los balones que descargan sus dos faros, Luis Silba y Germán Rivero. Esta vez, de ese embudo de pelotazos frontales no salió nada bueno.
Estudiantes no pasó sobresaltos, más allá de un cabezazo de Diego Crego que voló sobre el travesaño. Pero los riocuartenses no solo vieron correr los minutos con satisfacción: también explotaron las ventajas que ofrecía la zaga local en un terreno en el que gobernar el balón no resultaba sencillo por la cantidad de agua acumulada. Tres veces asustó Javier Ferreira al arquero Bonnín, cuya valla estuvo cerca de caer tras un pinball en el área que terminó con un remate de Agustín Fontana y un rechazo in extremis de Silba.
En el complemento, Gracián quemó las naves con los ingresos de Juan Galeano y Ezequiel Montagna, pero ello no cambió radicalmente la situación. Apuntalado en el eje del campo por Cabrera, quien parecía tener un vínculo magnético con el balón y no erraba un pase, el elenco visitante mantenía el partido a rienda corta y parecía marchar sobre ruedas hacia el ascenso. Pero a los 19 minutos Silba, que había perdido mucho más que lo que había ganado, ensayó una pirueta fantástica y estampó el 1 a 0 que metió a su equipo en el partido otra vez y despertó a la multitud.
Entonces cambió la configuración del duelo, que entró en el vertiginoso torbellino que proponía Madryn. La visita se replegó riesgosamente cerca de su valla. Pero el local no aprovechó esa ráfaga, que duró poco más de 15 minutos. Para colmo, Recalde debió cortar con infracción un avance peligroso y vio por segunda vez la amarilla que le mostró Facundo Tello, quien condujo con firmeza y sin errores graves un encuentro caliente.
Si Madryn caminaba sobre un hilo muy delgado antes de la expulsión de su mediocampista central, esa situación terminó de desequilibrarlo. Y Estudiantes lo aprovechó para empardar con un derechazo cruzado de Agustín Morales que dejó sin chances a Bonnín y sentenció la suerte del conjunto de Gracián. Al elenco cordobés sólo le restó esperar un final que terminó siendo completamente anticlimático por decisión de un pequeño grupo de simpatizantes que, en la cabecera sur, rompió parte del alambrado, arrojó petardos y objetos de todo tipo y tamaño, y así forzó un final anticipado cuando restaban tres de los cinco minutos que había añadido Tello.
Estudiantes no pudo celebrar en el campo, pero ello no opacó su logro. La próxima temporada habrá cuatro equipos cordobeses en la Primera División. La última vez que la provincia tuvo una representación tan numerosa fue en el Nacional 1985, en el que hubo cinco conjuntos: Estudiantes compitió junto a Talleres, Belgrano, Racing e Instituto. Casi cinco años permaneció clavada la espina.
¡¡Felicitaciones Celeste!!

