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lunes, 27 de junio de 2011

Histórico: River descendió a la B Nacional

El partido le entregó varias posibilidades.
Ni la última oportunidad
Aunque hizo el gol rápido y Belgrano lo perdonó, River se apuró, regaló el empate y hasta desperdició un penal faltando 20 minutos. El arbitraje lo perjudicó.
El derrumbe de un imperio no se provoca de repente. Y es imposible detenerlo cuando su caída es inminente. Sin embargo, si se trata de fútbol, en la cancha y en apenas 90 minutos, a veces se puede modificar la historia. Es que la pelota, con sus caprichos, siempre entrega otra oportunidad. Y a River, para que evitara el dolor más grande en sus 110 años de vida, le ofreció una posibilidad monumental como su estadio. La desperdició porque no supo ayudarse y porque, a contramano de las sospechas habituales, nada ni nadie lo ayudó. Al contrario, en esa dependencia de terceros que en general marca el destino de los equipos con variantes recortadas, River hasta resultó cacheteado por el arbitraje en su misma casa. Así, en un desarrollo loco, Belgrano despacio se fortaleció hasta estacionar en ese lugar que River jamás imaginó que abandonaría.

Tras el 0-2 en Córdoba y sabiendo que respiraba imponiéndose por dos goles de diferencia, si River algo soñaba era convertir rápido para luego buscar el segundo con paciencia. Y el partido tuvo esa atención con River. A los 5 ya ganaba con una media vuelta de Pavone, tras un pelotazo de Juan Manuel Díaz que Claudio Pérez calculó mal. ¿Qué más podían pedir River y esos casi 60 mil corazones que hacía un ratito se habían frenado por un gol de Belgrano bien anulado? Tenía River 85 minutos para trabajar el segundo grito, para no desesperarse. Y trató de elaborarlo como más le convenía en el primer tiempo. Ahí acumuló merecimientos como para redondear ese 2-0 que lo obsesionaba. No brilló, claro. Pero intentó romper por los costados con Roberto Pereyra (en especial) y con el rescatado Affranchino (no era titular desde octubre). Acevedo apoyaba desde el medio. Pavone no chocaba tanto. Aunque faltaba más de Lamela, ese River recargado de experiencia (en comparación con la ida y a pesar de las ausencias por suspensión de Almeyda, Ferrari y Román) exhibía la ambición no mostrada en gran tramo del torneo.

En el corner siguiente al penal de Pérez a Caruso que Pezzotta no cobró, Olave se la tapó con el pecho a Pavone en su primera atajada clave. Y ahí nomás Juan Manuel Díaz cabeceó por arriba un centro de Acevedo. Y Olave al ratito manoteó de vuelta ante Pavone, salvada que completó Farré. Y enganchado vino otro error crucial de Pezzotta, quien tras una dura falta a Pavone no expulsó a Lollo, ya amonestado. Y sobre el final de esa etapa inicial, Caruso pifió una linda chance para gozar el segundo. Y si Belgrano contestaba, como lo hizo en ese mano a mano abierto de Maldonado, aparecía Carrizo.

Y... Era superior River. Temblaba Belgrano. El cuidadoso 4-4-1-1 no le garantizaba paz. No bastaba el despliegue de Ribair Rodríguez y de Farré. El talento del zurdo Vázquez para tenerla no era suficiente para que Belgrano alejara el partido de su área. Los máximos pecados de juego River los cometió en el segundo tiempo. Salió demasiado apurado.

Se desarmó atrás. Y acentuó sus puntos flojos de la etapa inicial. Los del fondo, con Ferrero a la cabeza, abusaron de los pelotazos. Y la redonda anduvo más con el impreciso Arano que con quienes mejor la tratan. Así, cero claridad. Una contra en soledad que silenció al Monumental fue apenas un aviso porque César Pereyra, sin nada de picante, pateó afuera.

Parecía que no podía tener otra ocasión más favorable que esa Belgrano, excepto sobre la hora, cuando la desesperación de River aumentara. Pero River, con su matiz autodestructivo, al ratito le hizo otro regalo a los cordobeses: primero, Ferrero y Arano la perdieron en forma insólita en la mitad de la cancha; y después, ya en el área, el despeje de Díaz, sin demasiado acoso, chocó contra un Ferrero que lo encimaba y coronó otro blooper que a Farré puso frente a Carrizo y al empate.

Juan José López tampoco le dio una mano a River desde el banco. Como último manotazo sin demasiado sentido, para resolver esa situación límite, el técnico apostó a dos jugadores que tenía más que olvidados: Villalva y Bordagaray. Mucho más que en el gol de Belgrano, el silencio del Monumental impactó cuando justo el potente Pavone pateó débil el penal, al medio del arco, facilitándole la tapada a Olave. ¿Algo más que un penal podía pedir ahí River? Lo tuvo.

Era la oportunidad para ponerse 2 a 1 y había 20 minutos (más el tiempo adicional) para ir por el gol que faltaba, pero River la dilapidó. Su gente, que nunca dejará de ser de Primera, advirtió que no había solución. Que era el final de una cadena de desaciertos que incluye a dos dirigencias, a seis campeonatos, a muchos técnicos y jugadores. El imperio se derrumbaba. El descenso ya no era un fantasma, sino la más cruel realidad.


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