San Lorenzo 2 - Universidad Católica (Chile) 1 - Copa Libertadores 2017

VENCIÓ 2-1 SOBRE LA HORA A UNIVERSIDAD CATÓLICA CON GOL DE CRISTIAN NAHUEL BARRIOS

La ilusión copera de San Lorenzo no se apagó por la sangre nueva de sus pibes

El chico de 18 años entró faltando seis minutos por Belluschi, un talentoso en bajo nivel. Era su debut. Mide 156 centímetros, pero igual anotó de cabeza tras centro de otro joven: Merlini.

Está vivo San Lorenzo. Por el cambio exacto que metió Diego Aguirre, cuando se precipitaba el final del ciclo. Por ese pase justo de Néstor Ortigoza, apenas un reflejo de su talento en una noche descolorida. Por la asistencia de Bautista Merlini, el impulso joven, el más gravitante. Por el cabezazo de Nahuel Barrios, un pibito de 18 años que elevó sus 156 centímetros y cabeceó al gol que sostiene la ilusión azulgrana en la Libertadores. Fue un triunfo necesario, después de dos años, cinco derrotas y seis empates. La última alegría en el ámbito continental había sido el 1° de mayo de 2015, 1 a 0 frente a San Pablo.

Le costó horrores a San Lorenzo, que durante varios momentos del partido fue más de lo mismo. Se mostró como un equipo quebrado, sin conexión, al que Universidad Católica complicó con poquito. Especialmente, con los argentinos Ricardo Noir, volcado por afuera, algún toque de Enzo Kalinski, quien supo vestir la camiseta azulgrana y la gambeta corta de Diego Buonanotte. Así y todo, a excepción de un par de desbordes, los chilenos no generaron preocupación para Nicolás Navarro.

El del número uno, precisamente, fue el cambio que más ruido hizo en el Nuevo Gasómetro. Sacar a Sebastián Torrico, uno de los arqueros más influyentes e importantes de la historia del club, fue una decisión fuerte de Aguirre. No era el único problema del equipo, está claro. Pero el uruguayo prefirió prescindir del mendocino y sostener a otros futbolistas que están lejos de su nivel, tal es el caso de Néstor Ortigoza. El volante está impreciso. Y San Lorenzo pierde fluidez, esa que sólo encuentra en los pies de Bautista Merlini.

A partir de la rebeldía del joven volante y el empuje de Franco Mussis, San Lorenzo equilibró el juego a partir de los veinte minutos. Y fabricó la situación más clara de ese lapso, justamente, gracias a una guapeada del volante central, que recuperó una pelota que parecía perdida y le quedó servida a Fernando Belluschi en la medialuna. El disparo del santafesino pegó en el travesaño.

Fue un llamado de atención para la Católica, que comenzó a retroceder. Fue un envión para San Lorenzo, que comenzó a llegar con mayor frecuencia sobre el área de Cristopher Toselli. Hubo un enganche de Rubén Botta que disparó de zurda y no penetró porque cortó justito un defensor de los cruzados. Y llegó el gol. En una pelota parada, porque poco podía esperarse desde la concepción del juego. Córner de Belluschi, peinada de Paulo Díaz y definición de Blandi, con una pirueta, al ángulo.

Pareció un calco del partido en Chile lo que se vivió en el segundo tiempo. Con el resultado a favor y una mejor imagen que su adversario, padeció atrás. Y dejó venir a la Católica, que manejó la pelota, aunque Buonanotte no terminó bien las jugadas. Noir sacudió entrando al área y Navarro se estiró para tapar un tiro sin demasiada potencia, pero esquinado. Pero fue Kalinski el que estuvo más lúcido en el último pase. Y asistió a Santiago Silva con un toque filtrado que dejó al uruguayo mano a mano con Navarro. Y el arquero volvió a responder con solvencia.

La necesidad de los chilenos, la de la búsqueda de la igualdad, los obligó a dejar espacios. Y Botta, en su noche más inspirada desde que llegó al Bajo Flores, condujó bien cada contra, cambió de ritmo cuando correspondía y habilitó a Belluschi, que perdió una chance inmejorable. Definió cruzado y apenas desviado el volante. Con un poquito más de puntería, San Lorenzo hubiera logrado el segundo.

Y justo Belluschi se equivocó. Lo apretaron, le ganaron la pelota y Santiago Cordero empató con un derechazo que dejó sin chances a Navarro. Enseguida, la Católica se quedó con uno menos por la expulsión de Benjamín Kuscevic. Del aliento se pasó al “movete, cuervo, movete”. Y cuando se incendiaba la tribuna, Aguirre jugó con fuego. Y no se quemó. En el banco tenía para optar por Juan Mercier, Tino Costa y Gonzalo Bergessio. Pero apostó al joven Nahuel Barrios. Y sacó a Belluschi. Fue un visionario el uruguayo, que un rato antes había mandado a la cancha a otro juvenil, Ezequiel Ávila. Combinaron Ortigoza, Merlini y Barrios, el del bautismo soñado, y se produjo el milagro. Para que el Ciclón recobre la fe en sí mismo, justo en el final.