Vélez 3 - Peñarol (Uruguay) 1 - Copa Libertadores 2013

A PUERTAS CERRADAS, VENCIÓ 3-1 A PEÑAROL Y LIDERA EL GRUPO

Vélez cambió la historia y dio un paso más que importante

Perdía 1-0, pero se las ingenió para desnivelar al rival con goles de Bologna en contra, Insúa (de penal) y Copete.

Si será grande y copero que necesitó tan poco para ganarle a un grande venido a menos como Peñarol! Con un equipo remendado por todos lados, sin sus delanteros titulares, dejándose llevar por la enorme clase de Sebastián Domínguez y esa promesa gigantesca que representa Lucas Romero, Vélez ya tiene en manos más de medio pasaje de un torneo en el que de la mano de Carlos Bianchi inscribió su nombre hace casi 20 años.

Peñarol no fue más ni cuando en una jugada para la lupa -y la ampliación de imágenes demostró que la mano de Peruzzi fue apenas fuera del área- se puso 1-0 arriba tras la conversión de Estoyanoff.

Andaba por entonces el equipo conducido por Ricardo Gareca tratándose de acomodar al flamante envase táctico con cuatro defensores, dos volantes defensivos y tres jugadores de creación y ataque por detrás de Ferreyra, la única referencia para ir a los bifes contra Bologna.

Lo mejor del visitante eran las diagonales, de adentro hacia afuera, de ese ropero negro que es Zalayeta y los mismos movimientos, con partida en las rayas y final en el centro, del inquieto Estoyanoff.

Un rato antes de que Ferreyra se lesionara -la diabólica lista sigue agrandándose-, Domínguez acentuó su rachita de hacerle goles de tiros libres a los uruguayos (anoche, al final la metió Bologna). Y el primer tiempo se cerró con una aparición fantasmal de Estoyanoff, donde el Lolo hizo todo bien en lo previo hasta que en el disparo a gol le salió un pase a los defensores.

El segundo tiempo presentó una novedad desde su comienzo: los cuatro mediocampistas de Peñarol se retrasaron para acortar la distancia con la primera línea de cuatro defensiva y así dejar al par de atacantes demasiado solos y abandonados más a un error de la defensa velezana que al acierto propio. Ni qué hablar cuando el Vikingo Novick entró por Cristóforo, un claro cambio para entorpecer el tránsito del que intentaba jugar e incomodar la ofensiva del único equipo que quería ganar.

Como casi siempre en el fútbol, lo que no se pierde en lágrimas se va en suspiros.

Peñarol se enamoró del empate, creyó que la voluntad de Vélez no daba como para verse reflejada en el marcador y todo marchaba bien hasta que Macaluso cortó con su brazos en la barrida que trató de evitar un centro de Peruzzi. Insúa, de penal, terminó de confirmar que, al menos anoche, a Bologna estaba para tocar la pelota pero no para sacarla. Detalle que se terminó de confirmar con el rebote que dio ante el disparo de Copete para que el colombiano, a continuación, cerrara el marcador con un cabezazo.

Increíblemente, el triunfo de Vélez pudo terminar en goleada si Rescaldani no le hubiese apuntado y pegado a Bologna cuando estaba a cuatro metros del gol. O si Papa no hubiese dudado cuando un movimiento colectivo lo puso de frente al marco.

Resulta indudable de que Vélez va dejando jirones en cada partido por la Copa, acrecentando el grupo de lesionados que de a poco va minando su apreciada estructura de conjunto. Indiscutible es que con jugadores en formación -Peruzzi, Romero, Desábato, Freire y Rescaldani- estará, casi seguramente, en octavos de una competencia que cada vez le cae mejor.

En estos tiempo que todo parece estar patas para arriba, los grandes como Peñarol parecen más chicos, entregando versiones mínimas de un pasado plagado de gloria. Y otros, como Vélez, disfrutan de jornadas reservadas para los grandes hasta cuando presentan equipos, como el de anoche, enflaquecido por ausencias indisimulables.