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jueves, 21 de abril de 2016

Boca 6 - Deportivo Cali (Colombia) 2 - Copa Libertadores 2016

YA CLASIFICADO, BOCA GOLEÓ 6-2 AL DEPORTIVO CALI Y GANÓ SU GRUPO
Un show de goles
Volvió a ser ambicioso y contundente. Tuvo jugadores en altísimo nivel. Ganó con autoridad la zona y espera el choque superclásico del domingo con toda la fe.
Es noche de Copa y Boca va. Con el barro en el cuerpo y el oro en los pies. Como marca su historia, con personalidad, con mística, con una Bombonera ardiente. Sí, se encienden las gargantas, se prenden fuego las palmas de tantos aplausos. Y hay calor en la tribuna porque el equipo contagia, devuelve la esperanza, golea, se estaciona en la cumbre del Grupo 3 y avisa que está entero. Que ya no depende de voluntades dispersas. Que hay funcionamiento, sociedades, una idea fija. Y que llega River el domingo, nada menos, pero Guillermo ya pudo imponer su sello.

Por eso el show de goles que se gesta a orillas del Riachuelo es una consecuencia lógica. Incluso, a pesar de ese minuto verde que sorprendió a todos, cuando el partido parecía encaminarse a la goleada más temprano que tarde. Boca fue inmensamente superior a Deportivo Cali. Desde los 16 segundos, cuando Nicolás Lodeiro remató a la salida de un tiro libre y exigió a Luis Hurtado. De entrada se mostró voraz, decidido a ganar, convencido de la identidad que le imprimió Barros Schelotto.

El 4-3-3, con Cristian Pavón y Andrés Chávez abiertos, con Carlos Tévez flotando como un “9” que no reniega del área, pero gusta de salir de ella para conectar, es un canto a la contundencia. Y cuando se enchufa Fernando Gago, fluye el fútbol. Andrés Cubas equilibra. Pero es Lodeiro, el uruguayo, el que enseña la ruta, porque tiene un GPS en la cabeza, y el que colabora en la recuperación, porque es un todoterreno. De mitad de cancha hacia adelante, Boca es un serio candidato a conquistar la Libertadores. Independientemente del rival, que mostró demasiadas fragilidades, hay señales de un crecimiento sostenido en ataque.

Atrás lo atormentan algunas dudas. Es cierto que no estaban Cata Díaz ni Juan Manuel Insaurralde, los centrales titulares. Tampoco, Agustín Orión bajo los tres palos. No obstante, Gino Peruzzi, habitual en el lateral derecho, fue el eslabón más débil en la defensa. Por su sector se filtraron César Amaya -entró muy bien en reemplazo de Luis Orejuela-, Andrés Roa y cuantos colombianos quisieran. Dos veces Mateo Casierra, primero con un cabezazo y después con la pelota a merced tras un milagro de Alexis Rolín en la raya, aprovechó las ventajas del “4”. Fernando Tobio no cerró bien en el gol del empate, se dejó anticipar. Gago sucumbió ante la presión y dejó a todos mal parados en el segundo grito caleño.

Y nadie lo podía creer. Ni en la bandeja donde habita La Doce, la más bulliciosa, ni en la platea en la que se asoman los hinchas, casi al límite de volcarse en el campo de juego, ni detrás del acrílico. Porque Boca jugaba su mejor partido en la Libertadores, con tacos, paredes y un golazo de Frank Fabra incluido y de pronto, como si un rayo hubiera caído en el medio de la Bombonera, se le vino el cielo encima. Fueron sesenta segundos de estupor, de silencio, de murmullos. Apenas ese lapso, mínimo, pero preocupante. Enseguida, empató Tévez. Y todo volvió a la normalidad, claro.

Y quizá esa frase que acuñó Carlitos en el Superclásico que derivó en la vuelta olímpica azul y oro tenga mayor vigencia ahora, que el equipo muestra una mayor consistencia que aquel Boca campeón con Rodolfo Arruabarrena. Hasta el propio atacante de Fuerte Apache está en un nivel superlativo. Porque se adaptó a esa posición incómoda, le encontró la vuelta al mandato de transformarse en la referencia del área. Y mostró que su pegada está intacta en los tiros libres, con una dedicatoria para Martín Palermo, que estaba en el palco, pero con un disparo que pareció un tributo a Juan Román Riquelme.

Y Chávez t iene hambre de gloria. Quiere su lugar. Por eso tira tacos con Gago. Por eso corre como Usain Bolt, de punta a punta, por la medalla del gol. Por eso gana de arriba y le baja a Leonardo Jara un centro de Fabra para que el lateral platense -de buena prestación como volante en lugar del lesionado Cubas- marque el quinto. Y si de Jara hablamos, metió un pase al mejor estilo Gago que Sebastián Palacios, que ya había reemplazado a Tévez, resolvió ante el pobre Hurtado, que tapó lo que pudo, hasta con su rostro. Y a esa altura de la noche, encima ya tenía un compañero menos por la expulsión de Germán Mera.

Ganó cinco de los últimos seis partidos, tres seguidos y se acomodó en la Libertadores. Y si una victoria llama a la otra, también genera confianza y altos rendimientos. Pese a los sustos, claro. Pero la explosión de goles en la Bombonera empuja a la fiesta. Justo en la antesala de la visita de River. También, invita a la ilusión, esa que siempre conjugan Boca y la Copa.



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