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domingo, 15 de enero de 2012

River 0 - 0 Estudiantes - Copa Ciudad de Mar del Plata 2012

OTRO EMPATE DESCOLORIDO EN LA COPA CIUDAD DE MAR DEL PLATA
River y Estudiantes, fricción y poco fútbol en el verano
Fue un partido sin vuelo, con escasas emociones, en el cual River quiso más de lo que pudo.
Si alguien creyó que podía haber alguna diferencia de categoría entre Estudiantes y River, se equivocó. Por más que uno juegue en Primera y el otro lo haga en la B Nacional, los dos mostraron poco y nada de lo que necesitan para ser campeones. Sin luces, sin ritmo, sin emociones, construyeron un nuevo bodrio de verano que ni siquiera alteró el marco de las tribunas, pobladas como nunca antes este enero.

Y sí, tenía razón Matías Almeyda. Estos partidos no sirven para nada. Mucho menos, si se juegan con tan bajo nivel en esta etapa en la que las piernas no responden y, por lo visto en este partido, el cerebro tampoco. Lo que se observó anoche fue más de lo mismo que dejaron los primeros dos choques anteriores: velocidad desmedida, fricción, poca claridad, escasas situaciones y el fantasma de las lesiones. Sí, como le sucedió a Basile ante el propio Estudiantes con Gio Moreno, Agustín Pelletieri y Gabriel Hauche; y a Leonardo Madelón y Ramón Díaz en el clásico del jueves con los pibes Juan Palomino y Fabián Monserrat, ayer el que lamentó un averiado fue el Vasco Azconzábal, que reemplazó a Ré en el primer tiempo.

En ese contexto, River apostó a la tenencia de la pelota, pero no tuvo explosión en los metros finales. Y Estudiantes, a pesar de que su ataque parecía partido por la distancia que había entre los delanteros y los mediocampistas, generó las jugadas más claras. La mejor, ese remate de media distancia de Juan Sebastián Verón que Vega mandó al córner con su mano izquierda.

La Bruja fue un viejito piola entre tantos pibes. Por su nitidez mental, le dio opciones de juego a un Estudiantes algo más aplicado que River atrás, más allá de que cortó el juego con varias faltas (Germán Delfino le perdonó la vida a Verón y al Chapu Braña hasta que no tuvo otra opción que amonestar a Gabriel Mercado por una violenta infracción al uruguayo Díaz). Fue el capitán de Estudiantes, además de ese tiro que tapó el arquero de River, el que le metió un pase bárbaro a Mariano González, cuyo desborde no terminó en gol de Mauro Boselli, porque el atacante se la llevó por delante. González tuvo otra posibilidad, pero su remate a la carrera rebotó en el cuerpo de Luciano Abecasis, que cruzó justo en la boca del arco de Vega.

River dejó claro que su esquema se perfila para el 4-3-1-2, con Vega sumando en esa pulseada por el arco que libró con Leandro Chichizola y Carlos Sánchez jugando por izquierda porque no podrá jugar ante Almirante Brown porque está suspendido por acumulación de amarillas. En definitiva, Rogelio Funes Mori jugó porque David Trezeguet aún no está a punto y Ezequiel Cirigliano tendrá que seguir firme en el medio para no perder su lugar con Leonardo Ponzio, que tuvo su bautismo en el complemento, sin pena ni gloria.

Un tiro libre suyo, que pasó muy lejos de Albil, fue lo más cerca que River estuvo del gol. ¿El remate cruzado de Cavenaghi que pegó en un defensor y se perdió en el tiro de esquina? Difícil apuntarla. Lo que le faltó a River, fundamentalmente, fue precisión, porque el Chori no estuvo fino y Cavenaghi siente el peso de la pretemporada, y profundidad. Por eso no inquietó a Damián Albil, que sólo vio pasar la pelota cerca de su arco cuando Domínguez disparó desde lejos, totalmente desviado.

Si el primer tiempo había sido decididamente malo, el segundo tiempo fue peor. River pareció encerrar a Estudiantes en los primeros minutos. Pero sólo consiguió un par de córners. Después, volvió a tener el control de la pelota pero lució inofensivo. Entonces, los técnicos empezaron a hacer uso de los cambios para probar juveniles. Salieron los experimientados Verón y Cavenaghi, ingresaron los pibes Dylan Gissi y Luis Vila, ambos de 19 años. Almeyda también mandó a la cancha a Arano y Andrés Ríos por Díaz y Domínguez. Pero poco se modificó bajo la luna de Mar del Plata. Y en el final, daba vergüenza aplaudir. Colorados deberían ponerse los jugadores por semejante el desastre que hicieron en nombre de la pelota.


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